“Sáquenlo, tal vez tenga un cuchillo”: el momento de máxima tensión que se vivió durante un partido en Wimbledon

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La cancha 15 de Wimbledon vivió momentos de tensión este lunes cuando Yulia Putintseva, visiblemente alterada, exigió la expulsión de un espectador. “No jugaré hasta que se vaya. Esta gente es peligrosa, está loca”, le señaló al juez la tenista kazaja, mientras señalaba a un hombre vestido de verde. “Sáquenlo, tal vez tiene un cuchillo”, argumentó.

El partido no solo quedó marcado por la controversia, sino también por su desenlace: una contundente derrota de 6-0, 6-0 frente a Amanda Anisimova, quien ocupa el puesto 12 del ranking mundial.

La reacción de Putintseva, quien llegó a ser vista llorando durante el enfrentamiento, generó una rápida respuesta de seguridad. El árbitro informó a los responsables del torneo sobre el sujeto señalado, lo que llevó a una investigación inmediata. Aunque los organizadores del All England Club aseguraron que “el asunto fue resuelto”, el impacto emocional en la jugadora fue evidente, abandonando rápidamente la cancha al finalizar el breve encuentro de 45 minutos.

La preocupación de Putintseva llega en un contexto donde la seguridad en torno a los deportistas ha sido tema de discusión constante. Para la tenista, número 33 del mundo, esta no sería una simple incidencia más. Su decisión de detener el partido en el inicio del primer set, cuando ya perdía 3-0, subraya la relevancia que los jugadores otorgan a su entorno mientras compiten.

La seña de Putintseva y el movimiento de la seguridad

Por su parte, Anisimova hizo referencia al incidente tras el partido, indicando que el espectador señalado “parecía decir algo cuando (Putintseva) estaba a punto de sacar”. Si bien manifestó su certeza en las medidas de seguridad del torneo, estas declaraciones refuerzan la necesidad de garantizar un ambiente más confiable tanto para los jugadores como para los asistentes.

Hace menos de una semana, Putintseva había protagonizado otro extraño episodio. En el Bad Homburg Open de Alemania, se peleó con María Sakkari tras un partido de singles.

Al finalizar el encuentro, ambas se acercaron a la red para estrecharse la mano. A pesar de la aparente calma, la tensión era palpable. El apretón de manos, breve y relajado, no convenció a la griega, quien expresó su descontento de manera directa. Fue cuando Sakkari le pidió a su rival que actuara “como un ser humano”. La situación escaló rápidamente cuando la kazaja, visiblemente molesta, le indicó a su adversaria que se alejara, acompañando sus palabras con un gesto inequívoco. La discusión llegó a un punto que la helénica le gritó a Putintseva ante todos los presentes: “¡Nadie te quiere!”.

Esta vez, la llamativa incidencia se dio en Wimbledon, conocido no solo por su tradición sino también por el riguroso control sobre el comportamiento del público, ahora enfrenta un renovado escrutinio en torno a su capacidad de respuesta frente a situaciones de emergencia. El lunes terminó con un marcador que pocos discutirán, pero dejó tras de sí preguntas que irán más allá de lo deportivo.

El evento reavivó las alarmas en torno al bienestar de los jugadores dentro y fuera de la cancha. La experiencia de Putintseva recordó otra situación ocurrida meses antes con la británica Emma Raducanu, quien también vivió momentos de angustia vinculados a un acosador persistente.

Raducanu, de apenas 22 años, había sido víctima de un hombre que la siguió a través de cuatro países, apareciendo en torneos de Singapur, Abu Dabi, Doha y luego Dubái, donde le entregó una carta perturbadora. Este individuo fue posteriormente vetado de eventos internacionales, incluida la edición actual de Wimbledon, tras intentar adquirir entradas. La seguridad, ahora más que nunca, parece estar bajo el ojo público en uno de los torneos más prestigiosos del mundo.

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