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Qué pondrá en juego la CGT tras estas elecciones: el desafío de renovarse, frenar la reforma laboral y recuperar protagonismo

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Héctor Daer, Gerardo Martínez, Carlos Acuña y José Luis Lingeri, algunos de los líderes de la CGT

Entre tantos dilemas que afronta el poder sindical, el día después de las elecciones tendrá un panorama plagado de desafíos cruciales, muchos de los cuales son interrogantes, sin certezas a la vista, en los que se pondrá en juego su supervivencia.

Javier Milei apuesta al menos a obtener una suerte de empate técnico cuando se sumen los votos en todo el mapa nacional, pero se sabe que la provincia de Buenos Aires será el emblema de la resurrección del peronismo. ¿Lo será también para los dirigentes sindicales?

La mayoría puso sus fichas en Axel Kicillof, incluso aquellos que están encolumnados fielmente detrás de Cristina Kirchner. Pero a partir del lunes comenzarán las presiones del sindicalismo para formar parte central del armado kicillofista para tratar de ganar en 2027.

Gerardo Martínez y Guillermo Francos (Foto: Franco Fafasuli)

Eso implica aportar sus líderes a la mesa que decidirá la estrategia política, participar de la elaboración de las propuestas para un eventual gobierno peronista y recibir garantías de que no serán marginados, como hicieron Cristina Kirchner y Alberto Fernández en sus gobiernos.

Aun así, el núcleo duro de la CGT buscará abrazar a Kicillof en su camino hacia la Casa Rosada, pero hay algunos dirigentes que tienen otros planes. Algunos tienen en mente un acuerdo con los gobernadores de Provincias Unidas, con Martín Llaryora o Maximiliano Pullaro como posibles candidatos presidenciales, porque imaginan que Milei dejará un país con muchos problemas y hará falta un gran pacto político para consensuar las soluciones.

Mientras, la CGT mirará el veredicto de las urnas para terminar de definir la conducción que surgirá del congreso del 5 de noviembre: ¿será de una impronta más dura o más negociadora en función de cómo le vaya a Milei? No cambiarán mucho los nombres en danza (Cristian Jerónimo, Jorge Sola, Octavio Argüello y Maia Volcovinsky son los principales candidatos al triunvirato), pero sí la forma en que se posicionarán frente al gobierno libertario en los últimos dos años de gestión.

Julio Cordero y Sergio Romero, líder de UDA y dirigente de la CGT

Habrá una CGT más activa, que sobreactuará en muchas ocasiones para sacarse de encima el mote de dialoguista, aunque hasta diciembre mantendrá su presencia en el Consejo de Mayo porque necesita que la reforma laboral que allí se discute sea lo más benévola posible para el poder sindical. Gerardo Martínez (UOCRA) seguirá siendo el abanderado del diálogo, pero deberá ser ayudado por el propio Gobierno con una actitud más abierta y dispuesta a negociar para que sus colegas no lo dejen solo.

Allí es donde entraría en escena Santiago Caputo: si finalmente es designado jefe de Gabinete, como sostienen algunas versiones, la CGT ya tiene señales de que la mera buena voluntad de Guillermo Francos se convertirá en medidas concretas para consolidar la paz sindical.

El asesor estrella de Milei era uno de los mejores interlocutores del sindicalismo hasta que chocó con Karina Milei y su estrategia de confrontar hasta con una CGT que, dominada por el pragmatismo, estaba dispuesta a negociar lo innegociable con tal de asegurar su poder.

Axel Kicillof, con los dirigentes de la CGT Héctor Daer y Cristian Jerónimo, entre otros

Caputo también es un aliado de la CGT para taponar el acceso del PRO a la Secretaría de Trabajo, donde el eventual regreso del macrismo causa pánico en el sindicalismo. A la vez, una parte de la dirigencia cegetista opera de manera manifiesta entre sus nexos oficiales para que se quede en su puesto Julio Cordero, un moderado que tejió sólidos lazos con los líderes sindicales y se convirtió en la contracara de un fundamentalista de postura antigremial como Federico Sturzenegger.

El otro desafío gigante de la CGT es cómo frenar a Milei si sale envalentonado de las elecciones y trata de instrumentar una nueva reforma laboral parecida al DNU 70, que la central obrera logró frenar en la Justicia.

No es lo que surge de las deliberaciones del Consejo de Mayo, donde la CGT acepta debatir la “modernización laboral” siempre y cuando no atente contra el modelo sindical y blinde las convenciones colectivas de trabajo como método de pactar entre gremialistas y empresarios.

Sergio Palazzo, en la Comisión de Legislación del Trabajo de Diputados, donde tuvo un papel clave para la CGT

Es una apuesta realista para que el mileísmo no se tiente de reflotar en el Congreso el proyecto de Democracia Sindical del PRO y la UCR, considerado letal para los gremios, que el año pasado no tuvo dictamen de comisión y pasó al recinto de Diputados por apenas un voto.

Para asegurarse de que no habrá sorpresas, la CGT sueña con muchos más legisladores peronistas a partir del 10 de diciembre y un bloque sindical de unos 15 integrantes.

Aun así, este lunes también arrancará extraoficialmente la carrera hacia 2027 y todo lo que suceda, como es obvio, estará teñido por esa meta tan lejana y cercana a a vez. Tanto Milei como la CGT coinciden en algo: miran lo que viene con más incógnitas que certezas.

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