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Inspiradora historia de superación: de perder los brazos en un terrible accidente a romper récords en el mundo del automovilismo

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El ruido del motor todavía le retumba en la memoria. No aquel que tanto le fascinaba de niño, cuando pasaba horas mirando por la ventana de su escuela los autos y motos que andaban por la calle, soñando con ser piloto. Sino el estruendo que marcó un antes y un después en su vida: el de la motocicleta que conducía en agosto de 2006, cuando tenía apenas 20 años.

En aquel momento, en su Polonia natal, Bartosz Ostalowski iba detrás de un amigo que manejaba otra moto. Conocía de memoria esa ruta, pero una maniobra imprevista cambió todo. “De repente, un coche salió de la carretera secundaria y me bloqueó el paso. Intenté reducir la velocidad, pero no podía porque iba muy rápido. Me desplacé hacia la barandilla y me golpeé las manos con los tubos viejos de contención. Fue tan lamentable que los médicos tuvieron que amputarme ambos brazos”, relató en una profunda entrevista con el sitio Nativehash en 2023.

Lo que siguió fue un derrape emocional. Se encontró en el hospital, aterrado por haber perdido sus extremidades superiores y convencido de que nunca volvería a conducir. “Mi vida se desmoronó. Todos los planes, aspiraciones y actividades que realizaba a diario dejaron de ser posibles. Pensé que nunca volvería a manejar un coche”, admitió.

La rehabilitación llevó un año entero entre cirugías y ejercicios. Pero lo más difícil llegó después: el regreso a su casa, al taller con su moto inutilizada y su coche abandonado y tal cual como lo había dejado. “Fue una vuelta a la realidad muy triste y deprimente”, describió. Allí comprendió que tenía dos opciones: resignarse a depender de otros o intentar recuperar su independencia.

El piloto polaco inscribió su nombre en el libro de los Récord Guinness

Fue entonces cuando, navegando por internet, encontró un video de un conductor que manejaba con los pies. Esa escena le devolvió la esperanza. Compró un auto automático y, junto a su padre, fue a un aeropuerto para probar. “Me puse al volante, solté el freno, el auto arrancó y sentí que podía controlarlo. Podía girar, acelerar, frenar. Me di cuenta de que no debía renunciar a los autos”, contó a Nativehash.

No fue fácil. El cuerpo se resistía a una postura antinatural: calambres, dolores musculares, tendones tensos. Pero eso no lo detuvo. Comenzó a entrenar día tras día, estiró, fortaleció y volvió a intentarlo. Un mes después, logró algo impensado: conducir solo hasta la universidad.

Ese fue apenas el primer paso. Con cada objetivo alcanzado, aparecía otro más desafiante. Aprender a conducir con los pies, obtener la licencia de manejo común, perfeccionarse hasta no diferenciarse de sus compañeros en pista. Y después, arriesgarse por lo más grande: la licencia internacional de la FIA.

“No quería que me limitaran por estereotipos. Decidí luchar por mi independencia. Creo que eso fue lo que más me ayudó. No me dejé llevar por lo que la gente esperaba de alguien con discapacidad. Quería perseguir mis sueños sin importar la opinión popular”, afirmó.

Continúa compitiendo y alcanzando podios

Tres años después del accidente, lo logró: se convirtió en la primera persona sin brazos en obtener una licencia internacional de automovilismo. Desde entonces, Bartosz compite en igualdad de condiciones en el Campeonato Polaco de Drifting y en la liga europea Drift Masters, enfrentándose a pilotos profesionales con todas sus capacidades intactas.

Para lograrlo, adaptó su técnica a un nivel de perfección quirúrgica. Derrapar un coche exige combinar aceleración y freno, pisar el embrague, girar el volante y accionar el freno de mano en el instante justo. Bartosz lo hace con una coordinación impensada: un pie controla el volante mientras el otro acelera y frena. Su BMW E92, al que bautizó Fury, es la extensión natural de su cuerpo.

Los resultados hablan por sí solos. En 2019 fue subcampeón de Polonia, en 2024 se subió al podio en la categoría SEMI-PRO y, sobre todo, se ganó un lugar en el Libro de los Récord Guinness en 2022. Con Fury, equipado con un motor V8 biturbo de 7 litros y 1000 caballos de potencia, alcanzó un derrape perfecto a 231,66 km/h, con un ángulo de inclinación de 60 grados, en una pista aérea de Pila. Fue reconocido como el derrape más rápido jamás realizado por un coche conducido con los pies.

Sin embargo, no todo fue sencillo en ese proceso. En diálogo con el medio polaco Sportowefakty en 2024, Ostalowski recordó la dureza de los primeros meses tras la amputación: “No podía presionar un pomo, ni abrir una puerta ni un cajón. Probamos prótesis eléctricas y modernas, pero resultaron ser una farsa. Me decepcioné por completo. Me quedé con los pies, y eso fue lo que empecé a practicar (…) Al principio me costaba creer que después del accidente podría volver a ponerme al volante, pero después de tanto esfuerzo me sorprendí a mí mismo con lo que logré”.

Cuenta con una licencia internacional otorgada por la FIA

Hoy, a los 39 años, Bartosz Ostalowski es un referente mundial. Su historia trasciende las pistas y llega a quienes enfrentan cualquier tipo de adversidad. “Recibo muchos mensajes privados. Mi historia es motivadora porque la gente ve que hay alguien logrando lo imposible. Cuando se dan cuenta de la magnitud de mis desafíos, sus problemas se reducen. Ya no tienen excusas para rendirse”, reflexionó. El contacto con otros deportistas paralímpicos también lo inspiró. “Después de mi accidente conocí a Kasia Rogowska, que no tenía brazos hasta los codos. Podía agarrar cosas con los antebrazos, yo no. No podía hacer ni lo más sencillo, y mucho menos conducir. Pero entendí que debía aprender a ser independiente. O un coche o un paseo. O aprendía a funcionar, o me vería limitado el resto de mi vida”, consideró.

Lo suyo no fue solo una revancha personal: fue una prueba viva de que la pasión y el deporte pueden superar cualquier barrera física. En cada derrape, Ostalowski reescribe su destino. Y aunque la vida lo obligó a frenar de golpe, aprendió a tomar la curva más difícil con la misma fuerza con la que hoy derrapa ante miles de espectadores. “Me sorprendí de la vida y de mí mismo al ver lo que ya he logrado. Lo imposible, en realidad, no existe”, sentenció.

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