Wicked: una adaptación con dos protagonistas brillantes que acierta al rendirle homenaje a su origen musical

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Wicked (Estados Unidos/2024). Dirección: Jon M Chu. Guion: Winnie Holzman, Dana Fox, basado en la novela de Gregory Maguire. Fotografía: Alice Brooks. Edición: Myron Kerstein. Música: John Powell, Stephen Schwartz. Elenco: Cynthia Erivo, Ariana Grande, Jonathan Bailey, Jeff Goldblum, Michelle Yeoh. Calificación: Apta para todo público con leyendas. Distribuidora: UIP. Duración: 160 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

A veces el cine le pide demasiado a los espectadores y lo que les da a cambio es poco. Especialmente cuando se trata del cine industrial hecho en Hollywood, que siempre está en busca de su próximo éxito de taquilla. En nombre de las recaudaciones que permitan mantener la rueda del negocio girando, los estudios recurren a personajes e historias ya conocidas por el público para asegurarse su interés. De superhéroes a maestros Jedi, de juguetes animados y autos veloces, no hay relato que Hollywood no haya repetido una y otra vez, extendido hasta el cansancio y vuelto a contar con relativo éxito. Sin embargo, existe una estrategia para atraer espectadores que decepciona en cada intento, que por más personajes conocidos, estrellas contratadas y producción despampanante con la que cuente no logra cumplir con los objetivos. Se trata de las adaptaciones de obras musicales famosas a la pantalla grande, el punto de ciego de la industria que no deja de insistir con ellos y de prometerle al público que esta vez sí vale la pena ir al cine para ver a su obra favorita transformada en una película inolvidable.

La más reciente apuesta de los estudios es Wicked, el film adaptado del musical del mismo nombre que, desde que se estrenó en Broadway en 2003, se volvió un fenómeno que excedió todas las expectativas de sus creadores. La versión teatral de la novela Wicked: memorias de una bruja mala, de Gregory Maguire, que imagina el origen de las brujas Elphaba y Glinda, personajes del clásico literario El maravilloso mago de Oz de L. Frank Baum, y de la legendaria película El mago de Oz protagonizada por Judy Garland, ahora es un film –dos, en realidad–, que comienza por el final, que es también el principio.

En la secuencia de apertura de la película, los aldeanos de Munchkinland festejan que por fin la malvada bruja del Oeste está muerta. La poderosa hechicera Elphaba que los aterrorizó durante años ya no está y la celebración por la buena nueva tiene el despliegue que se espera de una película musical apuntada al público infantil. El júbilo se vuelve frenesí cuando aparece Glinda, la bella y bondadosa bruja buena para confirmar que sí, una niña humana fue la responsable de terminar con el reinado de terror de Elphaba y que la susodicha ya se dirigía por el camino amarillo hacia la ciudad Esmeralda para conocer al todopoderoso mago de Oz. Lo dicho: un final y el inicio de la historia de Dorothy, Toto y sus amigos, todo adornado con tonos pastel y un brillo digno del mejor filtro de Instagram.

Ariana Grande como Glinda, la encargada de contar la historia de Elphaba (Cynthia Erivo)

Sin embargo, pronto el film dirigido por Jon M. Chu -responsable de En el barrio, otra historia musical que pasó de las tablas a la pantalla e interesó a pocos-, cambia de tono y de tiempo para relatar la historia de origen de Elphaba (Cynthia Erivo) desde la cuna hasta la escoba. La encargada de contarla es Glinda (Ariana Grande), su exacto opuesto, su rival y, para sorpresa de muchos, su amiga más cercana. El cuento de cómo la niña nacida con la piel enteramente verde y unos poderes que no entiende ni sabe cómo controlar y la rubia, delicada y popular Glinda pasaron de ser reluctantes compañeras de cuarto en la universidad Shiz a compinches capaces de entenderse más allá de sus diferencias ocupa todo el desarrollo del film, que nunca esconde su origen musical. Todo lo contrario. Las canciones son parte fundamental de la trama, herramientas para sostener los altos y los bajos de sus personajes centrales que Erivo y Grande parecen haber nacido para interpretar.

Las actrices y dotadas cantantes consiguen aportar emociones reales al fantástico mundo de Oz repleto de animales parlantes, paisajes bucólicos y un exagerado y delirante despliegue de formas y colores. Cada escena que comparten las protagonistas sirve para el lucimiento de ambas, juntas y por separado. Es posible que sin la intensa y conmovedora interpretación que hace Erivo de la solitaria Elphaba y el tempo para la comedia que demuestra Grande, Wicked no habría logrado quebrar el maleficio que hundió a otras adaptaciones de musicales famosos al cine. Gracias a ellas, todas las muchas otras partes de la historia funcionan como se espera: Jonathan Bailey (Bridgerton) se destaca interpretando al príncipe Fiyero con la exuberancia y liviandad que la película necesita y Jeff Goldblum hace una aparición a la que le imprime su natural encanto y le suma una pizca de intrigante oscuridad. Un aspecto que se intensificará en la segunda parte de Wicked, que llegará a las salas el año que viene para darle al público más música, más canciones y más magia que ahora sí es cinematográfica.

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