El mensaje de Scott Bessent para anunciar el salvataje al Gobierno fue directo párrafo por párrafo, con elogios a la gestión de Javier Milei y líneas de oxígeno financiero como traducción del respaldo de Donald Trump al aliado de la región. También fue claro al atar el núcleo del apoyo a las elecciones del 26 de octubre. En otras palabras, el mensaje es que el grueso de la asistencia y, además, el impulso a inversiones efectivas de empresas estadounidenses dependen del resultado violeta en las urnas. Para completar, así como quedó planteada la apuesta a la “reeleción” presidencial, con escala en el más cercano turno de octubre, fue ratificada la indicación al oficialismo para que busque acuerdos domésticos que garanticen sustento político.
Está a la vista el sentido primario de la movida de Washington: su “respaldo excepcional” -según la propia calificación- oxigena al gobierno argentino cuando la escalada del dólar y otras reacciones de los mercados alimentaban el fantasma del abismo en el tránsito a octubre. De todos modos, asoma un mensaje sobre el andar del mileismo. El condicionamiento de la ayuda al resultado del 26 de octubre parece bastante más que un aporte a la “campaña del miedo”, como exponen algunas lecturas en ámbitos violetas, en tren de polarizar con el peronismo/K.
En rigor, la señal del Tesoro de los Estados Unidos se suma a decisiones locales que en conjunto exponen dos puntos críticos para el Gobierno. El primero puede resumirse como un síntoma de problemas económicos aún con la lógica fiscalista de su plan. Y el segundo, en el terreno estrictamente político, destaca el impacto de la derrota en la provincia de Buenos Aires, pero también el efecto del modo de jugar de Olivos. Eso último remite a los costos autogenerados en la interna, en el Congreso y en la relación con los gobernadores.
Antes que entrar en especulaciones sobre los efectos “estratégicos” que podría implicar el apoyo de Trump, el punto inmediato es de qué se trata en concreto la ayuda expresada en tres rubros. El primero -no en el orden del mensaje oficial, sino para las cuentas locales- es la línea de swap de US$ 20.000 millones, que, trascendió, comenzaría a ser puesta en práctica después de los comicios y antes de que termine el año, para ir afrontando compromisos de deuda. El segundo, la disposición a comprar bonos argentinos denominados en dólares. Y el tercero, la posibilidad de otorgar un crédito stand-by por la vía del Fondo de Estabilización Cambiaria.
En todos los casos, importa el gesto, que serenó al mundo financiero, al menos como primer impacto. El alcance de esa reacción está atada además a los pasos del Gobierno. Y a los resultados de los comicios que vienen. El comunicado del secretario del Tesoro dice textualmente: “Inmediatamente después de la elección, comenzaremos a trabajar con el gobierno argentino en sus pagos de capital”.
No sólo eso. Lo que ocurra en las urnas es vinculado sin maquillaje con el impulso a inversiones concretas. “He estado en contacto con numerosas empresas estadounidenses que tienen la intención de realizar importantes inversiones extranjeras directas en la Argentina en múltiples sectores en caso de un resultado electoral positivo”, dice Bessent. Es por lo menos inusual el condicionamiento de manera tan expresa.
La cuestión que viene es cómo se maneja el Gobierno, que vive un clima que pasó rápidamente del alivio a la excitación. Algunos funcionarios y sobre todo la legión que se mueve en las redes sociales superaron la línea de celebración y hasta exageraron expresiones de la era menemista. Casi en paralelo, circularon trascendidos sobre una renovada posición negociadora con otros espacios políticos, ex aliados y dialoguistas. No parece sencillo para unos y otros, en el tramo decisivo de campaña -se vota en apenas un mes-, más allá de algún encuentro oficial y de citas formales, como la del Pacto de Mayo.
En rigor, la semana que viene volverá a correrse el foco hacia el Congreso. El Senado tiene previsto ir al recinto para tratar dos temas que ya generaron votaciones muy adversas para el oficialismo en la otra Cámara: financiamiento universitario y Garrahan. Si los vetos son rechazados, se mantendrán las dos leyes y es posible que se amplifique la situación planteada con la emergencia en el área de discapacidad. El Gobierno evita la aplicación de esa ley, porque reclama que le respondan con qué recursos presupuestarios, pero el caso ya tiene derivación judicial y abrió la posibilidad de interpelar a funcionarios, aunque es difícil que progrese una moción de censura contra Guillermo Francos.
En cambio, menos definido es el panorama en Diputados. Bloques de la oposición deben resolver a principios de la semana si concretan el pedido de sesión especial para el miércoles. Hay quienes evalúan llevar todo al 8 de octubre. No está claro que tengan garantizado los votos para rechazar el veto a la ley sobre distribución de ATN. Más chances tiene el proyecto para limitar el uso de DNU. Y también, convocatorias a funcionarios por la ley de discapacidad y por el caso Spagnuolo.
En medios “no” mileistas señalan que hay gobernadores dispuestos a negociar con la mirada puesta en el lunes 27, es decir, después de las elecciones, pero difícilmente reviertan posiciones en temas sensibles como el Garrahan.
Las cuentas políticas de estas horas no son homogéneas y, según el caso y hasta la provincia, incluyen las otras movidas del Gobierno para contener el dólar y sostener paz financiera hasta los comicios. Se verá, pero por lo pronto está claro que junto a las intensas gestiones que terminaron en el apoyo de Trump, el Gobierno anotó otras decisiones, con costos: la efímera suspensión de retenciones -un tema que seguramente estará en la mesa de negociaciones con Estados Unidos- y la vuelta a una medida del cepo, que importa más como señal que por el volumen de sus destinatarios reales.
El tema de las retenciones -que reeditó tirantez entre productores y cerealeras- es a la vez un ejemplo de la imposibilidad de proyectar linealmente y en términos electorales el vértigo de las medidas y gestiones de estos últimos días. De momento, bajan las tensiones económico-financieras pero no generan certezas camino al 26 de octubre.